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De Filosofía Olla, Censuras y Otras Inquisiciones
Indignada Carta a las Feministas que se Sientan Aludidas
Estoy trabajando en una nueva reedición de mis libros y el editor me termina de mandar un whatsApp. Me parece adivinar que, con cierta vergüenza, me sugiere corregir una frase que, a la luz de estos tiempos se ha vuelto políticamente incorrecta. Se trata de una nota donde narro mi experiencia en un porno show en Rio y cuento del patético fracaso del muchacho El texto decía . “ ¿Alguna vez tuvieron un lavarropas cuya manguera tiende a caerse de la canilla? Bueno, como eso era. ¡Y pensar que hay turistasa que sueñan con ser violadas en Copacabana!
No me sorprende. Ya había tenido varias alertas sobre lo que está pasando. Como activista de las redes alguna vez me encontré que un chiste mío sobre las mujeres desataba un aluvión de agresiones. Las viví sin iniciar polémica… Sólo sorprendida. ¿Qué está ocurriendo? Yo soy la misma que en los 80 firmaba por una ley del aborto, cuando hasta la palabra en sí era un escarnio. (Por ese entonces, alguien subió a Google una mención sobre mí que me identificaba como una conocida abortista”). Soy la misma que con mis libros se rió junto a miles de lectoras del patriarcado y sus leyes (por aquel entonces se llamaba simplemente familia), la que por supuesto, estuvo a favor de la ley de divorcio, la que habló de la pareja, los amantes, los varones, los hijos, la dictadura, las familias ensambladas.
La misma que escribió en la revista Humor y, para el escándalo de mi aldea, una de las primeras mujeres que puso su firma en Sex Humor…
Indignada Carta a las Feministas que se Sientan Aludidas (I)
Mis cinco libros de humor sobre las mujeres, se editaron incansablemente durante los noventa, hasta que merced de los muchos barquinazos del país, terminaron por desaparecer, para transformarse en inhallables. Pasaron los años pero como hay una demanda latente, un editor me propuso la aventura de volver a sacarlos… Mi humor que por entonces era un escándalo, ha vuelto a serlo a la luz de esta intolerancia de una parte del feminismo.
Obediente reescribo la frase “incorrecta” y suturo con una metáfora una realidad vivida. Curiosamente en nombre del feminismo estoy obligada a invisibilizar algo de mi vida. ¿Pero no era al revés? Tantos años, toda una vida, para terminar en un acto de gentil censura, escribo gentil, porque pasé la censura brutal de los milicos, donde la falta se pagaba con la muerte y esa otra, que nos envolvió a todas en una baba asfixiante que nos congelaba en lo que una mujer “debía ser”. Sobreviví a las dos. A la primera, ¡oh atroz paradoja!, también con el uso de las metáforas que confundieran al enemigo (los milicos fueron feroces pero para nada sutiles) y a la segunda, la censura por ser mujer, peleando con uñas y dientes.
Dando y recibiendo, a los codazos, usando la prepotencia del trabajo y la resistencia pasiva, activa, astuta… la que fuera necesaria para moverme en el patriarcado y sostener además un puñado de convicciones políticas a través del tiempo. Como todas: aprendí. Como las afortunadas: pude. La única arma que me hizo diferente fue la escritura y el humor. Pero ni el humor, ni toda la astucia me salvaron de pagar, a veces con mi cuerpo, la rebeldía de intentar ser una persona entera, ser feminista.
Mucho antes de que estas chicas se dejaran los pelos y escupieran las iglesias (ninguna de estas cosas me alteran porque los pelos son intrascendentes y en cuanto a la Iglesia, todavía nos deben todas las “brujas” quemadas en la historia) mucho pero mucho antes, cuando aun las llevábamos a todas en la panza, hijas y nietas, ya sabía de lo brutal de una violación, sin ningún colectivo de compañeras y cámaras de televisión, porque la culpa era siempre de una, que algo habría hecho. Y antes de eso sabía también del derecho de ese amo a golpear, y cómo hacer para esconder las marcas, porque también la culpa era de una, y ser golpeada era una vergüenza.
También junto con la impunidad que les daba el solo hecho de ser varones supe que había hombres maravillosos a quienes el mismo patriarcado les cercenó la ternura, los privó de los hijos, los obligó a no llorar. Sí, aprendí mucho mientras iba pintando mi aldea con una sonrisa.
Indignada Carta a las Feministas que se Sientan Aludidas
Mi historia no es muy diferente a la de cualquier mujer de mi generación que, sin saberlo, muchas abríamos un camino para las que vendrían. Con más tesón que ideología ya sabíamos que las cosas estaban mal y cada una protestaba como podía. Escribiendo, estudiando, trabajando el doble que un varón y sin saberlo abriendo el camino para que estas nuevas generaciones pudiera marchar enarbolando banderas.
Hoy las chicas jóvenes han adquirido conciencia de género, palabra que por entonces no existía salvo para ese puñado de feministas, también madres nuestras, un grupo diminuto, piedras fundacionales que terminaron en avalancha. Por todo esto nuestra generación, aunque siga firme en sus convicciones, no tiene por qué aceptar o retroceder frente a este tsunami de los grupos de las “nuevas feministas” que entre otras cosas, nos condenan si nos resistimos al lenguaje inclusivo, que opinan que los hombres no deben acompañarnos en las marchas por el aborto, que reescriben “El principito” como “La principita”, que prohíben Caperucita roja, que atacan furiosamente con su Biblia en la mano sin el menor resquicio para una sonrisa. Muchas veces me cansan, muchas más me hartan, siempre me avergüenzan. Básicamente, practican lo que dicen combatir.
Por todo esto no tocaré una sola letra más de mis libros, que salgan con el humor desenfadado con el que fueron escritos. Que sirvan al menos como testimonio de una época y que no se dobleguen al final del camino a una de las palabras más oscuras que invento la humanidad: censura. Venga de quien venga y moleste a quien moleste.
Cristina Wargon