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Guigui, mi Hermana Madre
Cristina Wargon Biografía (I)
Ella es mi hermanita Guigui, vive en Puerto Madryn y se esta reponiendo de una operación que la tendrá por algunos meses en silla de ruedas. No voy a pedir para ella una cadena de oraciones, porque como indignas hijas del patriarcado odiamos las cadenas, y en cuanto a la oración ambas compartimos cierta flojera en el tema. “Me encomiendo a San Benito Cámela” es lo mas parecido a un rezo que le escuché en la vida.
Solo los voy a invitar a sonreír con ella y por ella. En esa foto había cumplido sus ochenta años y recibido la medallita (¿diploma?) de la Biblioteca Pública como la mejor lectora de Madryn, sin embargo no es una intelectual, es una persona que ríe, y me enseño a reír. Irónica hasta la puñalada y ocurrente como un payaso loco. Ella decidió hacerse cargo de mí cuando mi madre dudaba entre donarme a un orfelinato o dejarme con mis petates en la esquina. Dicho está; la maternidad nunca fue el fuerte de mi madre y sus descendientes. Sospecho que todos somos frutos de algún profiláctico pinchado.
Ella me tuvo piedad, decidió quererme, contarme los primeros cuentos y hacerme las primeras bromas. Era una señora de bromas fuertes (dudo del adjetivo). Me levantaba para ir al colegio gritando con vos trágica “¡Vení a ver; se está incendiando toda la manzana!”. Y siempre la curiosidad podía con mi modorra. Visto a la distancia, no pareciera ser la forma mas pedagógica de despertar a una niña, pero yo me levantaba encantada de poder ver la catástrofe, y solo me fastidiaba después cuando descubría que una vez mas había conseguido engañarme.
Cristina Wargon Biografía (I)
Ya de grandes, casadas las dos, solíamos pasar los veranos en Villa Río Grande, Córdoba, ellos (marido y niños incluidos) llegaban desde Buenos Aires a una casa que habían comprado al lado de la nuestra y recuerdo veranos donde las bromas que nos cambiábamos rozaban el delito. Cierta vez les mande un telegrama falso que casi ocasiono un suicido. Pero jamás se quedó atrás. Me armaba serenatas nocturnas solo para reirse de alguna desesperación mía. A mi vez, cuando estábamos solas, aprovechando que era y sigue siendo terriblemente miedosa, inventaba que nos estaban asaltando “hombres vestidos de blanco que caminaban por el jardín” (en realidad era una manada de caballos que se habían metido a media noche) y la llevaba a un pánico tal que hacia pis en un pañal de los chicos para no tener que llegar al baño.
Aclarando
No me gustaría que nota sea laudatoria, por eso debo aclara que es verdaderamente insoportable con la organización, hace listas de listas de lo que hay que hacer (obvio que los otros) y famosa porque su indecisión le hace cambiar lo que compra una y otra vez, hasta llegar el record de cambiar en una zapatería lo que había comprado en otra.
Pero debo decir también que no solo es la madre que no tuve, la encargada de calmar mi insoportable hueco, sino que se las ingenió para hacer una familia, de tener un marido con la que estuvo mas de cincuenta años, tener hijos, hijas, yernos y nueras y manejar a todos sin que nadie termine de entender cómo ha caído en su finísimas redes y bailar su música inescuchable.
Y debo decir hermana que junto a la risa me habilitaste la evidente paciencia y la secreta ternura. Que abriste la puerta para salir a jugar y solo te reís de mis juegos, de mí y conmigo. O sea, te amo, pero si no te aguantas la silla de ruedas, iré a Puerto a Madryn y arrojaré tu silla de ruedas al mar
¡Otra que Alfonsina! ¡Cuidate!
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