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Feliz Año Nuevo para la Señorita Silvia
Notuela a lo Dickens Cristina Wargon
Fue en mitad de estas Fiestas, siempre multitudinarias y básicamente alegres, cuando la señorita Silvia me hizo llorar. Amparo, mi nieta mas chiquita me mostró su video de primer grado. Conocía a su seño solo por fotos. Es sencillamente una maestra. Joven, rubia y con la mirada más paciente del mundo. Con esa mirada recibió a Amparo con sus bastones, chiquita, tímida e indefensa…
En esa paciencia, se refugio Amparo todo el año. Aprendió a leer y escribir, a manejar los números hasta 100. Actuó en todos los actos escolares y ¡bailó!… ¿Cómo baila una nena con muletas? Tendrían que ver el video. Tendrían que ser Amparo y tener a la seño Silvia como maestra, un dúo que linda la demencia, una dupla que no cree que la palabra imposible forme parte del diccionario y mucho menos de la vida. La vi a Amparo en el aula, cantando, jugando con barro, asomando su nariz sobre una vaca cuando fueron a visitar la granja, lista para dormir en el “acantonamiento”. Siempre, siempre, en cada foto aparece la mano de la señorita Silvia detrás, sosteniéndola, ayudando, previniendo.
Notuela a lo Dickens Cristina Wargon
Mientras tanto Amparo me contaba de sus compañeros: Joaquín, que le lleva el andador; Pablo que la hace reír; Felipe que este año se cambia de cole; Martina que comparte el auto con ella; Franco que tuvo una hermanita y Sarita, con la que salieron a vender por el barrio sus dibujos recién hechos. Un mundo, su mundo, que fue posible este año por la seño.
Los regalos de Navidad los entrego Amparo con una tarjeta de su puño y letra que decía “Feliz Nabidad”. Corría de uno a otro de los invitados con sus pequeños bastones Ella misma se había puesto un vestido obsequio de Valentina su prima neoyorquina que, le daba un aire a Carmen Miranda con una flor de plástico bien roja en el pelo . Se sentía la niña mas hermosa del mundo entregando los regalos, algunos mas altos que ella misma y que llegaban al dueño algo machucados.
No creo en las maestras, sólo sé que cuando se juntan el deseo de un niño con alguien que apuesta a favor de ese sueño, el resultado se acerca a ese imposible milagro navideño.