Efectos Colaterales de un Histérico

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Efectos colaterales de un histérico

Taller de Humor OnLine en Córdoba Cristina Wargon

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El histérico en sí mismo es una sobredosis toxica… te dejan el ego como un puré de calabaza chirle, quedás con terrores nocturnos, te haces pis en la cama, soñás que está por venir, que está por llamar, que está por… cualquier cosa que te pueda dejar esperando, si es posible con las medias nuevas puestas o las bombachas nuevas sacadas.

La última amiga que cortó hace poco con un histérico quedó con el “síndrome de Internet”… como el guachito le escribía por email, o face, pasó quince días sin comer ni dormir sentada frente a la computadora, casi le hicieron un transplante de córnea y la tuvieron que operar de teclado…

Para colmo la tecnología ha abierto nuevas bocas de expendio para las desgracias.

En mis épocas esperábamos frente al teléfono negro (el blanco era sólo de Marilyn) y si bien terminamos con lordosis irrecuperables, la cuestión era permanecer solo allí, mirándolo fijamente y levantar el tubo obsesivamente para cerciorarnos que tenía tono.

Ahora podés esperar por el fijo, por el celu, por la tablet, por el face por mail, por Messenger, por WhatsApp, hasta por ICQ (que ya pasó de moda). Es una forma de esperar itinerante y sin tregua, Nosotras quedábamos con lordosis terminal ¡ con que quedarán las nuevas generaciones?

Como recuperarse de un histérico

Recuperarse de un histérico es difícil. Cuando se los cortó de-fi-ni-ti-va-men-te parece que olieran el momento en que una está con el bajón y aparecen como si nada.

Si reponerse de estos señores es difícil, el capítulo “como modificarlos”, está en blanco. Un obeso puede adelgazar, un fumador hacerse ecologista, un borracho convertirse en adicto al yogurt y hasta un petizo puede crecer, pero la ciencia no registra ni un solo caso de recuperación de un histérico.

Si una intenta apretarlos rajan con la consigna: “histérico que huye sirve para otra histeriqueada”, si una intenta comprenderlos llevan la histeriqueada hasta el desquicio (de una), si una los mata con la indiferencia, engordan. Es hora entonces de aceptar que el único histérico bueno es el que le toco a tu enemiga. Sin embargo se pueden dar algunos consejitos prácticos sobre esta desgracia

– No preguntarse jamás “pero qué le hice”?

-No preguntarse “por qué me hace eso” (No “le” hace, como Vito Corleone podría decir que “no es personal”).

-No preguntarles ni siquiera el nombre.

-Solo déjenlos partir, con una media verónica elegante y, si lo hacen, quedarán con la secreta convicción de que la peste termina de pasar por vuestra casa y no han abierto la puerta.

A las demás, mis condolencias.

 



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