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Desde John Lennon que viene probando. Divaga y vuelve…
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PEDICULOSIS
Por Liz Marino
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Mi hijo tiene pediculosis, para curarlo lo llevo al pedicuro. El pedicuro no lo puede tomar porque ya no toma, está yendo a Alcohólicos Anónimos, entonces me deriva a un pedigüeño.
En cuanto llego al pedigüeño me pide de todo por su propia naturaleza y le digo: ¿Quién se cree que soy? Si yo tuviera todo eso no le estaría pidiendo nada.
Ofendida, me voy a ver a un abogado piojoso para hacer el desalojo de los piojos que se están alojando en mi hijo ya que mi hijo no es ninguna hostería con media pensión ni con pensión completa y menos con desayuno americano porque mi hijo es argentino a mucha honra y loor, gloria sin par.
Pero resulta que el abogado piojoso no hace desalojos cuando hay niños, o sea liendres, porque será muy abogado pero es un ser sintiente y sentible.
Mi hijo sigue con piojos y debo tomar una decisión de fondo monetario, entonces decido pelar a mi hijo pero no tirando la cáscara porque no tiene cáscara, él es todo pulpa, sino que lo pelo de pelo en la peluquería.
Llegamos y mi hijo no quiere pelarse, entonces me voy y lo dejo en manos del peluquero pero él enseguida lo apoya en el piso porque mi hijo pesa 50 kilos. Mi hijo se resiste y luchan, el peluquero es karateca y va ganando, pero mi hijo es rapero entonces le improvisa un rap y ahí lo inutiliza porque el peluquero es creyente, cree en la música, y el rap lo descompensa.
Cuando el peluquero cae vencido mi hijo huye con los piojos puestos y como ya estoy cansada de esto no me opongo más, si él quiere tenerlos seré abuela, pero como los piojos son feos de cara no voy a ponerlos en mi foto de perfil, ni de frente, ni en toma aérea si me la sacan desde un dron o un dromedario, eso si viajo el año próximo, ni idea si con tantos nietos nuevos podré viajar.
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