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¿Por qué el médico nos pide cosas imposibles?
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SOCIALICE
Por Lidia Poggio
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-Hola… ¿Querés venir a charlar un rato? Ahhh te duele… claro… sí, a mí también… sí… lo tomo cada 6 horas… No… no puedo, estoy fatal… te llamo mañana.
-Hola Mary… ¿Querés venir a tomar un café? Ando un poco bajón porque… Ahh bueno. Cuídate.
Listo. Cumplí con los deberes del gerontólogo. Socialicé… Listo. Ya llamé a las únicas dos viejas con las que puedo tener alguna conversación que me motive. No están disponibles, salvo la cabeza todo lo demás no les funciona… más o menos lo que me pasa a mí.
¿Tienen idea los gerontólogos de lo difícil que es socializar cuando casi todos tus amigos, viejos, están empastillados pidiendo pista y los más jóvenes están empastillados pero cogiendo, bailando y chupando?
Socialice…
Como si fuera sencillo vestirme y salir de mi casa. Higienizarse con un paño enjabonado porque no te animás a meterte sola en la bañera o en la ducha, llenarse de desodorante y perfume para terminar la faena de ser pulcra y aceptable. Lavarse los dientes si el manguito rotador lo permite. Y, finalmente, vestirse. Cuando se tienen las dos caderas y ambas rodillas pulverizadas por la edad y el uso, el desafío mayor es ponerse bombachas y pantalones. La coronación de tanto esfuerzo es ponerse el calzado, gracias a un calzador largo que conseguí ya es tarea más rutinaria. ¿Pero medias? Imposible.
La situación penosa no acaba allí. Cuando llega el remís o el Uber y uno sale con el andador, te miran con odio. El andador es chico y plegable, pero produce en los conductores el mismo efecto que una jaula con una yarará. A esta altura ya estoy extenuada y no tengo ganas de socializar con el conductor. Prefiero darle lástima y que me ayude a bajar los fierros.
Socialice…
Todo eso para llegar a la casa de una vieja aburrida, a la que le duele todo, y te va a querer enseñar a tejer, bordar y cocinar, cosas que no hice en mi etapa inicial ni haré en mi etapa final. Te mostrará fotos de los nietos, te dirá que sus dolores son mayores que los tuyos, te contará que sus hijos y sus nueras son maravillosos y, lo que es peor, llorará un rato añorando a su marido, al que extraña aunque hace 10 años que se murió. Ahhh y que también era perfecto (si mal no recuerdo le metía los cuernos con la hermana). Yo me banco todo como una duquesa porque estoy socializando, tal cual me lo indicaron los profesionales que tratan de mantenerme viva un poco más.
Finalmente llega la hora de retirarme, atragantada por no poder decirle a mi amiga que su nieto es horrible y que si sus hijos fueran tan buenos la ayudarían a pagar las cuentas y la visitarían algún fin de semana. Más atragantada quedo por no poder decirle que yo empecé a ser feliz el día que enviudé y fui, por fin, libre.
Socialice…
Emprendo el regreso a casa pasando otra vez por la ardua tarea de darle lástima al conductor. Pero contenta. Fue un día en el que socialicé en vez de quedarme en casa en pelotas, tirada en la cama, fumando cigarrillos y otras minucias, tomando una cervecita con la hamburguesa que me trajo el delivery… y viendo una serie porno en la tele.
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