¿Maradona o Messi?

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¿MARADONA O MESSI?

Por Verónica Rossi

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¿Maradona o Messi?

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Expósito, mi actual marido es un tipo increíble. Culto, amable, sensible. Sabe cocinar, arreglar enchufes y cortar el césped. Se confunde la mesita de luz con la heladera, llega tarde a compromisos del mes pasado y a veces me pregunta en que año estamos.

Le encantan los nuevos desafíos. Ha incursionado en la carpintería, cultivó champiñones, se hizo mecánico de autos, youtuber y una larga lista de etcéteras. 

La otra noche me dijo que quería escribir una nota de fútbol. Nunca lo vi mirar fútbol, me resultó raro que pensara en eso. Igual me fui a dormir. Entre las virtudes de Néstor no se cuenta la un firme sentido de la realidad, aunque es un hacedor impulsivo y bastante torpe. Se quedó tecleando en la computadora. En un momento de la madrugada me levanté a hacer pis y sentí su voz en el living. ¿Con quién diablos estaría hablando? Era la “nota de fútbol”. Cito:

“He aquí un verdadero River Boca. Un auténtico Ford o Chevrolet. Un legítimo membrillo o batata. El día y la noche si nos ponemos intransigentes”.

En un primer momento pensé que se había tomado la medicación equivocada.

“Los afortunados y genuinos seguidores del mundillo del fútbol tal vez pudieron comparar en vivo. Para los demás quedó el recurso de la tele, un mundo de diferencia tal vez. Pero lo que hay es lo que hay”.

Decidí que no era la medicación. En una de esas un ACV. Siguió.

“Yo era bastante pibe en el 86, pero vi en vivo y en directo ese mundial y el del 78.

En México el Diego se hizo universal. En Italia demostró que con un socio y nueve más te llevaba a la final y en una gamba. Si no pregúntenle a los napolitanos la pila de años que les tomó ser los campeones después que se fue Maradona. En EEUU directamente nos garcaron viejo, íbamos sin escalas a la final y nos garcaron”.

Estaba enfervorizado y hablaba a unos presentes ausentes. Gesticulaba mucho y con emoción. No sabía si me daba ternura o angustia.

“Para mí el fútbol termino en el 94. En el 90 ya se venía venir. Pero en el 94 la cosa se definió. El deporte se convirtió en espectáculo, el espectáculo en negocio y sanseacabó. Ese año me decidí. A la mierda el fútbol. Lo mataron con premeditación y alevosía”.

Miré la hora y me di cuenta de que no podía llamar a la ambulancia. Él es muy grandote, yo muy flaquita y no sé cómo se usa un chaleco de fuerza, era una situación extrema.

“Volví a ver a la selección en la final en Brasil. Extraordinario Messi. ¡Qué jugador carajo! Pero en la cancha se ven los pingos. Y a Messi no le vi pasta de campeón. Con el Diego esa final no se nos iba, no se nos iba, no me jodan.

En Rusia 18 no pasé tronco de bola y bien que hice. El camarín parecía uno de esos de Boca o River cuando les iba mal porque los veteranos querían rajar a un técnico.”

O estaba hablando en lenguas o practicaba arameo, Lo cierto es que no podía entender ni media palabra de lo que decía y me pregunté ¿Así hablan los varones entre ellos? ¿Sería esa la filosofía idiota e inexplicable que los lleva a hipnotizarse frente a la pantalla? En cuatro años nunca lo había visto sentarse a mirar un partido, lo que siempre consideré uno de los méritos por los que comparto el lecho con él.

“El mundial 22 en no sé dónde joraca casi me lo pierdo. Como era muy temprano no vi el debut. Era indisimulable qué sólo era cuestión de plata. Pero le di crédito a la selección, le di crédito. Ahí Messi me hizo caer de culo les juro. Era el mejor, de lejos. Maduro, centrado, en todas, hacía brillar la pelota. Jugaba y hacía jugar. Había equipo acompañando y él supo, quiso y pudo. Se ganó. Se ganó bien. No hablemos boludeces. Se ganó bien”

Ahora que lo pienso mejor, miento. Sí lo vi sentarse el año pasado a ver los partidos de Argentina. De a ratos miraba. Cuando lo hacía asentía de vez en cuando y se alegraba con los goles. Pero ahora parecía un personaje salido de una pesadilla de Fontanarrosa.

“Entonces. ¿Maradona o Messi? ¿Messi o Maradona? El Diego macho, el Diego. A los pibes los entiendo. Videítos y poca cosa más. A los que peinan canas les digo: El Diego, y que no se discuta. A Messi lo nombramos por su apellido. Y Diego hay uno solo, cómo vas a comparar. Y si se discute los espero. De a uno en fondo. Y punto”.

En ese momento intervine. Parecía haber terminado su discurso recitado a nadie. Respiraba agitado y hasta me pareció que transpiraba. Le ofrecí un tecito.

Me miró sonriente y dijo: “Se me ocurrió algo. Lo mando a Página mañana, te la leo”.

Recuerdo la noche en que mi anterior marido me confesó que era gay, en comparación, ésta resultó una noche afortunada, para qué dramatizar.

Intenté una sonrisa y le dije “mejor mañana, vamos a dormir”.

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