Las Plantas me Muerden

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Si educar un niño es difícil, imagínese una planta

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LAS PLANTAS ME MUERDEN

Por Mónica Gervasoni

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Las Plantas me Muerden Humpr a la Wargon

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Lo supe desde niña. El mundo vegetal no era para mí. Recuerdo la tarde en la que me lo dijo un malvón ya entrado en años cuando lo quise regar con querosén. Con el tiempo me olvidé que me había acordado. Ese olvido, muy a mi estilo, me permitió, muy a mi estilo, explorar nuevas vocaciones. La amnesia me llevó a intentar ser jardinera. Obviamente comencé por comprar un kit de semillas y fertilizantes por mercado libre.

Un día desperté con las pestañas pegadas. Me lave los ojos con el café del desayuno. Entonces vi los brotes. A simple vista de miope, me parecieron tiernos. Me dije: “Qué lindo”. Era como que me reconocían. Se inclinaban hacia mí. Esta ocasión ameritaba el uso de gafas. Fue entonces cuando noté que parecían un manojo de púas con algo semejante a tentáculos. ¿Habré sembrado una planta pulpo?, pensé.

Lo que más me enterneció con el pasar de los días, fue que las púas se parecían cada vez más a dientitos. Como un bebote, ponele. Pensé que había llegado el momento de trasplantar los almácigos a macetitas individuales. Y ocurrió algo extraño, como que mordían. Tuve que usar guantes me acuerdo clarito.

Llamé a una de mis amigas, de esas que “tienen mano para las plantas”. Yo ya había dispuesto las macetas por toda la casa. Llegó mi amiga. A medida que visitaba las macetas adoptaba un aire entre desconcertado y temeroso. Me miraba raro. Hasta que explotó “¡Estás criando plantas carnívoras!”. Me lo dijo, como un insulto, como si yo tuviera la culpa. Su despedida fue una huida. Quise huir con ella, pero recordé que estaba en mi propia casa.

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“Tengo plantas carnívoras. ¿Y ahora qué hago?”

Le pregunté a Google. Me recomendó un taller. Decía algo así como: Conviértete en Conversador de Plantas. Identifica sus Necesidades Emocionales Antes de Intentar el Diálogo. ¡Esto es para mí! Pero no, era en euros. Aun así no me rendí. Busqué tutoriales en YouTube.

Lo primero que sugerían era un nombre para nuestra planta, basado en su personalidad. Me resultó complicado pero di con el nombre: de ahora en más todas eran Diet. Diet Uno la del baño, Diet Dos la del living, Diet Tres la de la mesita de luz y así.

Recuerdo vagamente que fue la época en que mi vida social cayó por un barranco. A mi amiga de las plantas no la volví a ver. Sus hijos dijeron que se había mudado a Kuala Lampur. Mi suegra me bloqueó en Face y en el celular. También puso rejas y compró unos dogos; mis sobrinos daban la vuelta manzana para ir al kiosquito de al lado.

Atenta a mis criaturas, me di cuenta de que querían crecer, lo que hacía que tuvieran hambre las 24 horas del día y toda la noche. No saben lo agotador que es atrapar moscas vivas.

Un día me pareció que había desparecido la gata. Tardé en notarlo.

Diet Ocho, la de la cocina comenzó a eructar maullidos y a crecer desmesuradamente.

Lloré a mi gata, lo admito. Pero Diet, a secas como empecé a llamar a la de la cocina, bien lo valía. Además es más sencillo atrapar mascotas que moscas.

Ella es la que lleva la voz cantante por sus hermanas. ¡Exige un libro de quejas!

En los videos descubrí que una planta puede ser tan carnívora como quiera, pero también nerviosa, celosa o francamente guaranga. Las mías eran malhumoradas e hipocondríacas. Sin embargo, las cosas mejoran. Ya no intentan comerme. Lo supe por el libro de quejas. Decía: “Tenés gusto a aserrín. Conseguinos comida como la gente”.

Y en el barrio ya casi no se ven gatos…

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