Staff Ad Hores III

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Internas de la redacción

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Cristina Wargon

La directora reunió a todo el staff y los conminó a presentarse en en Centro Cultural San Martín para la presentación de la Revista y el reconocimiento de la Legislatura porteña. El problema es que los instó a presentarse bañados y en ayunas. Esto provocó una rebelión instantánea. Lo de bañados nos pareció un abuso de poder. En medio de la deliberación, la Wargon hizo circular un aperitivo: Aguardiente de ínfima calidad pero de alto octanaje. El motín terminó abruptamente bajo la consigna “Whisky sí, baño no”.

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Ricardo Zárate

Fiel a su estilo, Zárate apenas si levantó la mirada cuando fue anoticiado del evento del San Martín. Aseguró entender la relevancia del tema. No obstante a la pregunta de “qué te vas a poner” respondió “no sé, cualquier cosa”. Eso motivó un permanente y constante asedio de las fuerzas de la redacción en torno a tal nimiedad. Todo ello fue resuelto salomónicamente por Zárate mediante la utilización de una camisa negra, Perramus, lo mismo que un pantalón y sandalias cerradas, todo al tono. Para la presentación. A la salida, en la esquina de Banchero, regaló a un transeúnte la camisa y las sandalias y permaneció vestido con remera negra, short, ojotas y Perramus al tono. Lo dejaron abandonado en las inmediaciones del obelisco. Aun hoy desconocemos su paradero.

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Liz Marino

Liz aseguró un lleno total de la sala. Invitó a todos sus ex terapeutas bajo la velada amenaza de sacar nuevamente turno con cada uno de ellos. La asistencia de los mismos resultó unánime. 637 profesionales de la salud mental entre el público. A mitad de su participación en el evento, Liz, sin dudas influida por la presencia de los sicoterapeutas, se brotó en un marasmo de expresiones incoherentes. La reacción de los loqueros fue inmediata: la embolsaron en arpilleras, la embalaron con cinta y la extraditaron a Extremo Oriente. Actualmente se encuentra en la Embajada Argentina en Taiwan tramitando su regreso.

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Lidia Poggio

Comenzó intentando seducir a Tarico en la previa del evento. Continuó sus arremetidas con el personal de luces y sonido de la sala. Durante la celebración posterior notamos su ausencia. La llamamos por teléfono y nos comentó que se hallaba enfrascada en celebrar con el personal nocturno del Teatro. Recibimos una postal suya desde Cancún, acompañada por tres señores de bigote y prometiendo regresar en cuanto se “agoten los caballeros”.

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Leonardo Silveira

Siempre supimos que se trata de un muchacho de múltiples talentos. Lo que ignorábamos era que además de sus actividades digitales, revistaba como Asesor Externo de la empresa de seguridad El Julepe. Fue así que, durante la actividad, ofició tanto de disertante como de patovica del teatro. Más tarde nos manifestó que se trataba de una actividad secundaria, lo que no explica el por qué del conchabo a Andrés Pisauri para El Julepe.

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Mónica Gervasoni

Legó al teatro en taxi, dormida. En la espera volvió a dormirse en una de las sillas para el público. Lugo volvió a entregarse a Hypnos en el escenario. La despertamos para el momento de su intervención. Se irguió sobre la silla y arengó a la concurrencia: “No reclamo aumento, no reclamo paritarias, no reclamo mejoras en la calidad del trabajo; tan sólo proclamo, declaro y establezco, mi inalienable derecho a un cacho de sueño digno”. Luego de su alocución continuó roncando entre Gabriela y Liz. No quisimos despertarla, de modo que allí quedó, en la sala Sótano Beat. Luego supimos que despertó dos días más tarde en el relleno del CEAMSE, enmugrada pero feliz.

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Andrés Pisauri

Se encontró por primera vez con toda la redacción y, lejos de amilanarse, trabó inmediata alianza con Leonardo en su función de patovica. Es increíble con la rapidez que la gente demuestra su verdadera entraña. Ayudó a tironear a las viejas al escenario pero cuando intentó hacer lo mismo con Liz, la rubia, ésta profirió un alarido perforante y Quequi, su mujer, que estaba entre el público, subió al escenario y le encajó un zapatazo en la nuca. Quedó con una sonrisa extraña. Sospechamos conmoción cerebral.

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Gabriel Steinberg

Durante la presentación, mediante un confuso relato, Gabriel expuso días de temor y zozobra en San Luis, abducido en un corral de chivitos y no supimos si, en defensa propia, exterminó dentellada a dentellada a los habitantes del corral, o si recurrió a las artes del canibalismo para lograr su libertad. Por las dudas no preguntamos. El público tampoco.

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Gabriela Martínez

La contundencia de su alocución, de marcado tinte federal, nos puso al tanto de las minucias del funcionamiento de la Municipalidad de Córdoba, de su Digesto y del trabajo a reglamento. Nos puso al tanto a los miembros presentes del Staff, a la concurrencia, al personal del teatro, a los vecinos de la inmediación y al personal de los comercios de las calles Corrientes, Sarmiento y Paraná. Fue interrumpida por la intervención de la Guardia Urbana. Que no haga tanto escándalo, le solicitaron.

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Carolina López Scondras

Estaba, en su vida real, en plena mudanza hacia alguna parte. Cayó con unos vasos envueltos en papel de diario y muy desconcertada. El grupo, siempre solidario, utilizó los vasos para contrabandear adentro de la sala un whisky que la calmó a ella y alegró a todos. Algo ebria interpretó una magnifica periodista y decidió mudarse a Umbalechea que se está fundando para su llegada.

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Juan Carlos López

Juanpa para los intimos, compartió el reportaje con Carolina haciendo su magistral paraguayo Celso Ayala con el que suele lucirse. Al punto que el grupo duda si es de Burzaco interpretando a un paraguayo o es un paraguayo que se gana la vida haciendo de argentino. Hay gente muy ingeniosa.

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Claudia Baier

Presten atención a nuestra novel colaboradora. Nos llegó un email Correo de Lectores con una fantástica crítica del primer número. Incluía “un pequeño regalo”. Éste consistía en un delicioso texto, Laurita, que podrán disfrutar en Varieté.

La presentamos con sus propias palabras

“Desde hace más de cincuenta años que tiene que soportar la “frase célebre” cada vez que dice su apellido, “si es Baier es bueno”, y piensa, manga de pelotudos. También tuvo que afrontar el escarnio público cuando decía su segundo nombre: Minerva, todos se le cagaron de risa siempre, porque su erudito entorno no sabía ni pito de mitología, jamás lo asociaron con una diosa, sólo con el jugo de limón. Ya no le afecta, le chupa un huevo. En cambio el“si es Baier es bueno” no le cierra porque ella no es buena ya que cuando sus nietos no la ven les roba cucharadas generosas de sus helados y esconde las pepitos en el lavarropas para comerlas cuando se duermen, entre otras maldades, generalmente gastronómicas. Muy apasionada con todo desde siempre, nótese el énfasis y compromiso mientras recita su “Oda a la Yoly Bell”.

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