Estanislao el Empeñoso V

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Todas las tardes del sol, todas las noches del agua

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ESTANISLAO EL EMPEÑOSO V

Por Filípides de las Casas

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Estanislao el Empeñoso V Humor a la Wargon

Estanislao el Empeñoso V

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CARPA KOI

 

Estanislao del Voucher acomodaba las chapas de la casilla por si alguna vez llovía. Ernestina, la lagartija, estaba a su lado, escéptica pero fiel. Dentro del cuadrado de bloques (que en las redes llamaba loft) estaba Jazmín el cuis informándose por Tik Tok (siempre que podía se perdía en las pantallas, era un cuis millennial). El sonido tenía una acústica fenomenal desde el techo causada por los agujeros de las chapas y desde allí Estanislao empezó a oír el discurso fundacional de su mentor.

“Es simple, uno cuida lo que es de uno; se cuida lo que tiene dueño. Son datos no relatos. Para ilustrar el caso, mejor vamos a la parábola del paisano Smith titulada la Gallina Turuleca: Un descendiente de la gente de bien tenía una gallina a la que quería mucho, la alimentaba con el mejor maíz, la peinaba, le hablaba, la llevaba de paseo a las mejores exposiciones, mientras que en el océano vivía una ballena sin propietario que vagaba llena de parásitos, las orcas no la dejaban respirar tranquila hasta que apareció un japonés o un coreano en un bote ballenero y ¡zaz! la hizo cebo. Por eso se extinguen las ballenas y no las gallinas que sí tienen un dueño…”

En ese momento internet se cortó. Estanislao contempló a Jazmín panza arriba en la almohada y se emocionó. Agarró  un bloque que usaba para asegurar las chapas y se sentó en él. Se estremeció pensando en la infinitud del océano que no conocía. Vio esos enormes seres perdidos en la inmensidad salada y se le cayeron unas lágrimas. Un extraño viento sur le desacomodó la boina y lo sacó del ensueño. Se sintió de nuevo lleno de entusiasmo bien parado en sus alpargatas doble yute. Tenía una idea. Necesitaba su propia ballena. O al menos un pez.

Armó los petates y los tres se encaminaron al arroyo los chorrillos de incógnito dispuestos a pasar la noche; llevaban todo lo necesario para sobrevivir en las sierras: Pritty (gaseosa alquímica de limón oriunda de la república de Córdoba) y criollitos (masa similar a los bizcochos salados, ideal para ingerir con Pritty y Buscapina).

Los tres contemplaban el río, solo se veían enjambres de mojarritas. Estanislao dudaba. Buscaba algo especial. Su primer pez debía ser algo especial, la señal de un cambio, un símbolo de una nueva manera de hacer las cosas. “Un hito que revelara al mundo los beneficios de la propiedad privada, la mita, la encomienda etc.”.  Las horas pasaban y nada.

Amaneció con escándalo, todo se tiñó de amarillo y ocre. Jazmín y Ernestina se despertaron de mal humor tapándose los ojitos con las patas. Estanislao del Voucher hizo su saludo al sol siempre en dirección al monumento al Bamba con la boina puesta (nadie sabía si era pelado o el color de su cabello, los focus group aún no se ponen de acuerdo), luego fue al curso de agua y se inclinó para lavarse la cara, esperaba como un Narciso criollo verse, pero en cambio se encontró con un rostro bocón, encarnado en naranja con manchones blancos en los cachetes. Horrorizado pensó que era él y que alguna maldición populista lo había alcanzado. “Es la misma metamorfosis del Kafka”, razonó el paisano intoxicado de literatura.

Superada la conmoción se dio cuenta que lo que veía era un pez naranja con aletitas blancas que lo miraba con ojos de cachorro perdido. Fue amor. Tímidamente alargó la mano y con los dedos le rascó la cabecita escamada, el pececito movió la cola blanca lleno de alegría. Las mascotas celosas se restregaban en su brazo mojado encontrándose con la indiferencia de su dueño. Ofendidas se retiraron jurando venganza. A Estanislao no le importó demasiado, el animalito acuático aprendía rápido; se escondía detrás de una piedra y salía de sorpresa. “Cu cu“, gritaba el paisano feliz como un niño (algunos niños).

Se podría afirmar que allí empezaron los mejores días del libertario de las sierras, jugando con la carpa koi. La nombró Goku en tributo a su héroe de la infancia. Le puso en la cola para identificarlo como suyo una pulsera verde que un amigo había robado en el recital de Cold Play en River. En el mapa emotivo de nuestro héroe, el encuentro anfibio lo llevaba al sentimiento que atesoraba de la única vez que había ido al cine, llevado por la escuela, a ver ET. Cada ser humano tenía reservado un encuentro así en su vida.

Ernestina y Jazmín no ayudaron, lo observaron escépticos sentados en una roca vecina al río mientras el emprendedor sin ahorrar esfuerzo, sin jornada laboral de ocho horas, le hacía un estanque con unos troncos prestados que sacaba de una cabaña en construcción. Las maderas tratadas con un tinte oscuro combinaban con los pinos que asomaban en las barrancas creando una pintura Sumi-e.

Las voces corrieron como el agua y la gente de bien, turistas especialmente, empezaron a acercarse. Todos subían fotos y videos a las redes y Estanislao del Voucher empezó a probar las mieles de la fama sin subsidios. Como en todo proceso revolucionario siempre hay resistencias: Ernestina y Jazmín comenzaron una huelga de hambre apoyado por la agrupación colectivista “MASCOTAS DE PIE”.

Todo iba bien, pero la tragedia serrana, el destino fatal, se iba incubando sobre nuestro héroe que, inconsciente, hacía fondo blanco de su botella de Pritty. La noche comenzó con presagios: Ernestina y Jazmín no estaban en la roca, habían visto que el cielo se ponía negro y un viento frio les helaba la sangre, luego rio arriba empezaron a oír un sonido ronco de piedras rodando. En un minuto y fuera de todo análisis de mercado la tormenta se desató.

Estanislao con horror, aferrado al pino más próximo, empapado por la lluvia y el viento, divisó la crecida del rio encabezada por una ola gigante y espumosa que a su paso arrastraba Renoletas, Fititos, una Siambretta, dos Pelopinchos y otras propiedades de los lugareños. Iluminado por un relámpago, que en su retina funcionó como el flash de una Kodak Fiesta, vio saltar el dique y un segundo después la silueta naranja de la carpa koi volando por el aire.

Al otro día empapado pero decidido, del Voucher estudiaba el mapa hídrico del valle de Punilla para por donde podía haber navegado su carpa koi. Sin dudar golpeó con el dedo índice en el mapa y hablándole a su sombra dictaminó: todos los caminos llevan al dique San Roque.

Estanislao salió, poseído, y se encaminó al lago. Se refregó los ojos cuando en vez de agua se encontró con una gran cuenca de arena solo alterado por algunas pequeñas lagunas que se habían formado por la crecida populista.

En la gran playa los chupados que salían de los bailables se tiraban como ballenas desorientadas sin dueño. La misión de encontrar a Goku parecía difícil. La única actividad en el agua era la provocada por los barquitos a pedal, deleite de los turistas en otras temporadas. Los había de dos formas, una asemejaba a un pato con la frase CRISTO VENCE pintada en proa y la otra a un amenazante barco pirata. El pato se acercó a Estanislao flotando amablemente este se subió y pedaleó lento, con cuidado, sorteando los bancos de arena. Miraba hacia abajo, pero las algas turquesas le obstruían la visión.

Extrañó la mirada quirúrgica de Jazmín o al menos la compañía de Ernestina, pero ambos lo habían negado tres veces. De pronto sintió que el agua se acalambraba, cambiaba de color. Se esperanzó, pero una sombra a su derecha lo inquietó. A metros divisó una de las naves pirata, la piloteaba un hombre con boina, morral verde, botitas de lona roja y chaleco de pescador color naranja. Lo reconoció enseguida: un enemigo. Se le erizó el espinazo cuando vio el medio mundo. Justo allí en el espacio que mediaba entre ambas embarcaciones saltó una forma naranja. La nave pirata enfiló hacia el destello. Estanislao se arrodilló “carpita…carpita… gokusito… venga con papi”, el pececito se acercó cuando escuchó la voz del amo, pero del otro lado apareció la sombre del medio mundo.

Furioso, del Voucher se sentó y pisó los pedales. La confrontación era inminente: de un lado la razón, la ley; del otro la anarquía, la depredación. A toda máquina el pato y el barco pirata aceleraron GERÓNIMOOOOO se escuchó en la villa paralizando los ronquidos de los rezagados de la playa, inmovilizando al mismísimo Cucú que no salió del reloj (la primera vez en la historia de Carlos Paz). Las proas crujieron, en ese instante la carpa koi saltó y escapó hacia el dique. Hubo un estruendo, las astillas de fibras de plástico volaron por el aire. Estanislao también voló, pero no mucho y cayó de espaldas sobre un banco de arena; luego se hundió en un sopor parecido al sueño.

Despertó en la comisaría arrestado por vagancia junto a los que dormitaban en la playa. Jazmín y Ernestina seguían esperando junto a un montón de jubilados la salida del Cucú.

 

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