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Margaritas a los chanchos
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LUNA PARK
Por Liz Marino
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Se viene el aniversario de la Revista y me designan vestuarista para nuestra celebración en el Luna Park. Qué guachos. Nada más difícil que hacer lucir a ese grupete de desarrapados masculinos que no distinguen el lino de la lana, creen que un canutillo es un faso y la muselina un postre. Es verdad que las chicas son más coquetas, pero tan reactivas a este crudo invierno y tan quejumbrosas a la hora de llevar la moda, que adivino la magnitud de mi tarea.
Empiezo por La Directora, la Reina Madre. Sintiéndome Renata Schussheim me inspiro: la imagino bajo mil luces, vestida en color plata, brillando como la luna, la cabeza coronada y una capa imponente, más los necesarios tacones con plataforma, refulgentes, modelo copiado a Lady Gaga. Sonrío. La vislumbro como Dalí veía a Gala.
La Dire acepta la propuesta, a todas nos gusta vernos en modo reina, lo probamos ¡y está divina! Tristemente, el día del evento La Suprema introduce sus pequeños cambios: se encaja un gorro tejido sobre la corona, se cubre la capa con su sacón animal print más una bufanda polar y tira a la mierda los suntuosos zapatos galácticos para calzarse los borcegos de suela de goma con doble media de lana. El resultado es una mierda. Wargon parece haberse inspirado en el 4 de Dock Sud. Sufro. Si algún tarado le pregunta quién la vistió me suicido.
Al vikingo consorte le preparo un traje de gala digno de su compañera, y a medida, lo que es bastante decir. Acepta usarlo bajo este precepto: no le gusta cubrirse con nada, por tanto cualquier cosa que lo cubra le molestará lo mismo. Cuando ingresa al evento tardo en reconocerlo ¡¡¡va peinado!!! Su estampa celta luce bajo esa prenda impecable. Me acerco radiante a saludarlo y para mi desánimo descubro que se ha puesto el smoking con ojotas, y tiene arremangados los pantalones, dice que le dan calor. Otra vez quiero morir, o matarlo y esconder el cadáver. Pero no puedo, lo necesitamos… ¿quién transportará a La Directora a upa por el mundo? ¿Quién evitará que llegue al piso en cada caída? Además, me consta que ella no lo eligió por su elegancia.
Con Lidia, nuestra geronta hot, parece más fácil: su amor por las pieles, su brushing gris divino, una mujer premiada por su talento, viajada, amante del glamour… En minutos resolvemos su vestuario. Pero nada será como espero. Al no contar con un vikingo a su nombre y argumentando múltiples trabas para moverse de un punto a otro, entra al evento llevada en brazos por dos stripper, algo entrados en años dados los precios que le pasaron los más jovencitos y que ella es sólo una científica jubilada. Su ingreso con esos decadentes destroza la estética cultural del evento. El momento en que -sobre el escenario- Lidia frota entusiasta y repetidamente el miembro del stripper a su derecha y el hombre se erecta lujurioso delante de nuestros lectores resulta infamante, no puedo borrarlo de mi mente. Irremontable.
Me resigno. Esta gente escribe humor, lee, piensa incluso. Pero no se mira, ni conoce el pudor. De nada servirán mis buenas intenciones.
Al resto del staff le propongo representar con ropajes el espíritu mismo de la Revista: el Humor, el Arte, el Ingenio, las Letras, el Ser argentino, y tantas maravillas más… Envío mails con detalladas sugerencias, que en ningún caso toman.
A Gabriel le encomiendo personalizar con gracia nuestro amor al arte y -en línea con las obras de célebres pintores que engalanan las tapas de nuestra Revista- caracterizarse como un cuadro de Botero, algo que nada le costaría dada su ingesta habitual de chivito. Dice que lo pensará, pero llegado el día aparece pulcramente acicalado de jugador de Independiente, arguyendo que eso es arte para él. Impresentable, más aún con las medias y los botines nuevos. No es el día, ni el lugar, ni da el physique.
A Leo le propongo simbolizar nuestra creatividad e ingenio disfrazándose de lamparita de bajo consumo, disfraz sencillo y de poco costo que aprovecha el diseño de su cabeza calva. Rechaza la idea, quizás intuyendo -en esos detalles de conexión a corriente que sumo a mi diseño- mi intención de electrocutarlo. Okey, no sé por qué le tengo bronca. Cuando finalmente cae al evento con buzito frisado me queda claro: él también me odia. Para la foto lo ubico atrás de todo, con los de mantenimiento del Luna.
En cuanto a Filípides, no voy a luchar por causas vanas. Siempre supe que vendría de paisano, él tiene serias dificultades para diferenciarse de su Estanislao y no cree en los psiquiatras. Despreocupada, le sugiero representar al interior argentino, y lo dejo hacer. Ese día llega muy tarde, y aunque yo le había avisado que dejar el caballo en microcentro es jodido y que no podría entrar acá con él, insiste, y hasta que acepta que tendrá que coimear al del parking, la bosta tapa el ingreso a las plateas diferenciales. No se adaptan fácil estos idealistas.
A Pablo el Ilustrado lo desafío: “Venite de rapero” -le digo- “demostremos nuestra amplitud mental, que aceptamos que eso también es cultura”. Debe haberle molestado porque al evento entra con cara de culo y disfrazado de Luis XIV. Entiendo la idea, pero hay que avisarle que esas calzas con peluca no son para cualquiera. Enterate Pablo.
Asesorar a Gabriela, nuestra animadora estrella, nunca estuvo en mis planes: ella ya sabe todo. Así que sólo le ruego que arriba del escenario largue el fernet, no es lindo ejemplo, hay gente que viene con chicos. O al menos me pareció verlos en la grisácea nube de porro.
Por último, a las tres sinuosas morochas argentinas, Claudia, Mónica y Adriana, les encomiendo mostrar con humor la traza generacional de nuestra revista armando una pequeña coreo como “Las Trillizas Criollas” con la música del shampoo Roby. Molestas, responden que sólo lo harán si les consigo un marido polista… ¡qué mala onda! ¿de dónde lo saco? Nosotros no tenemos de esa gente en los contactos…
En cuanto a mí misma, decidida a representar el glamour de la rama porteña de la Revista, me enfundo íntegramente en vistosas lentejuelas negras. Queda lindo, pero lo de “íntegramente” está de más. Las colaless de lentejuelas son imposibles, chicas, no las usen nunca. Sumado a los disgustos estéticos de la noche, me hacen pasar toda la fiesta de pie. Un espanto. Es que una ya no está para que la pinchen con cualquier cosa.
En definitiva: le pongo onda, sufro en el proceso, pero el rubro vestuario es un fracaso.
Aunque no sé si con esta avalancha de mal gusto estaremos realmente perdiendo lectores. Escucho que lloran de risa, nos graban con sus telefonitos, nos suben a las redes. Andá a saber…
En cualquier caso, todo es mejor que la intrascendencia.
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REVISTA A LA GORRA
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