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Tirando manteca al techo
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EL REGALO
Por Liz Marino
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El Regalo
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Para nuestro aniversario mi marido me regaló una cartera, muy linda, pero no es lo que necesitaba. Entonces fui al local y la cambié por una cartera de clientes, realmente me viene mucho mejor.
Cuando mi marido se enteró quedó muy dolido “¿Te parece bien cambiar el regalo que elegí con tanto amor? -me dijo- es como si vos me regalaras un traje y yo lo cambiara por un trajín”. Me quedé pensando, pero no tiene razón, no sería lo mismo, a él un trajín no le entraría, mide un metro noventa y pesa 90 kilos, en cambio a mí me está entrando bien toda la cartera de clientes. Además, digamos, tampoco le conviene tener un trajín nuevo a mi marido, hace rato que necesita descansar y no andar de acá para allá.
La cuestión es que el pobre quedó triste, se sintió rechazado, repetía “nunca pensé esto de vos”. Y eso sí puede ser, no piensa mucho mi marido, dice que lo marea, que bastante trabajo tiene y no le gusta hacer dos cosas a la vez.
Desde entonces nuestra relación se enfrió muchísimo, pasamos semanas tiritando, tiritas por toda la casa y yo atrás barriendo, agotador.
Para aliviar tanta tensión vine con una sorpresa: le conseguí un cisne, a él le gustan, pero mi marido es rencoroso y me pagó con la misma moneda, dijo “Gracias pero el cisne necesita un lago y nosotros vivimos en un monoambiente” y lo cambió por un mono. “El mono monoambiente quiere” repetía, despechado.
Desde ese día nuestra vida fue un infierno, tres en un monoambiente es demasiado. Cuando no aguanté más le di a mi marido un ultimátum: “Te llevás esto hoy mismo”, le dije pasándole la valija con toda su ropa y sus electrónicos. La verdad es que el mono es bastante alegre y no me saca el baño dos horas.
Pero él no quiso irse y ahí tuvimos un tema, porque el mono tampoco.
Así que me fui yo, con lo puesto: un jean y una campera, el celular y todos nuestros ahorros de los últimos 12 años. Fue un kilombo sacar esos zócalos.
Cuando mi marido llegó del trabajo enloqueció, me llamó treinta y dos veces, me pidió que vuelva… o al menos que la devuelva. Es materialista mi marido.
Volví al otro día y pudimos negociar: nos quedamos en el monoambiente pero solos, y al mono le alquilamos dos ambientes en zona norte, le gusta más parece.
Y en cuanto se fue el mono por fin celebramos, sin mirar gastos: velas, champagne, sushi… tiramos manteca al techo. Les cuento que no es tan divertido como dicen, mañana voy a ver cómo lo limpio. Las cosas nunca son como los dichos populares dicen.
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